Durante casi todo el año Ricardo González confecciona monigotes de variados tamaños y los vende entre $15 y $160. Los precios varían, según el pedido del cliente.
La esencia de los “años viejos” cambió. Los más antiguos eran de rellenos de aserrín y los actuales son temáticos de cartón. Hoy se venden monigotes entre $10 y $300 aproximadamente.
La historia más conocida sobre el origen de los “años viejos” se remonta a 1895 durante la primera presidencia de Eloy Alfaro. La amenaza de una epidemia de fiebre amarilla invadió Guayaquil y obligó a sus habitantes a elaborar ramadas y monigotes de paja para forrarlos con el vestuario de quienes habían fallecido con esa enfermedad para ahuyentar la peste en aquel año. Los muñecos estaban al aire libre y fueron incinerados el último día de ese año.
De ese hecho han pasado 123 años y lo que fue una medida sanitaria ha ido mutando de una tradición para despedir el año, especialmente de los recuerdos negativos, hasta una excusa para ganar dinero. Ricardo Fernández es uno de los comerciantes que aprovecha las festividades de diciembre para vender los “años viejos” que él y cuatro personas más confeccionan. Sus obras se exhiben en la calle Seis de Marzo, conocida como la Ruta de los Gigantes por el tamaño de los muñecos. Los precios de sus monigotes van desde los $15 hasta los $160.
Hace 123 años nació esta costumbre en Ecuador durante la primera presidencia de Eloy Alfaro.
![](http://www.revistaseniors.com/wp-content/uploads/2019/04/munecos2-02.png)
Todo depende del tamaño y muchos de ellos tienen medidas estándar. Algunos no sobrepasan de 90 centímetros de altura y otros pueden pasar de los dos metros. Cuenta que durante las tres cuartas partes del año, él y su equipo confeccionan alrededor de 100 “años viejos”. Las ofertas varían según los requerimientos del cliente. José Cruz Vallejo, quien tiene 61 años y heredó el talento para crear monigotes de su padre José Cruz Rengifo y de su abuelo Raúl (ambos ya fallecidos), sostiene que ha recibido pedidos tan específicos que cuestan hasta $300. “Existen trabajos personalizados y otros que son estándar, a través de moldes.
Los del primer caso son muñecos en posiciones inusuales como de rodillas, cruzados de piernas, brazos levantados. No son como los tradicionales que simplemente están de pie”, explica Cruz Vallejo, quien tiene moldes del Hombre Araña, Eddie, la mascota del grupo de rock Iron Maiden, entre otros, en su taller de la calle Seis de Marzo y Maldonado. Al transitar las 17 cuadras de la Ruta de los Gigantes, la gente puede encontrarse con muñecos de $10 que apenas miden 50 centímetros y que no tienen tantos detalles en su elaboración.
Según Fernández, “no todos los clientes tienen presupuesto para un trabajo al que se le ha dedicado mucho esfuerzo. De igual forma hay quienes llevan más de un año viejo. Los más pequeños suelen ser comprados para los hijos o los nietos”. El apogeo empieza el 15 de diciembre de cada año con todos los muñecos terminados. Días antes lo único que el público puede apreciar son obras que aún no han sido pintadas.
Los muñecos antiguos
Los seniors tienen una concepción diferente de los “años viejos” con relación a las generaciones recientes que se deslumbran más por los personajes del cine, la televisión, deportes y farándula. Alfredo Ramírez, de 80 años, recuerda la tradición de los monigotes rellenos con aserrín o con papel durante su juventud en las calles José Mascote y Gómez Rendón. “Eran tiempos en los que los vecinos leían el testamento de los muñecos. Se los paseaba por el barrio, acompañados por las viudas, que en realidad eran hombres disfrazados de mujeres.
El origen de la quema de los muñecos proviene de España desde el siglo XVII y aún lo practican varios países latinos.
![](http://www.revistaseniors.com/wp-content/uploads/2019/04/careta-03.jpg)
José Cruz usa esa técnica para Jack Sparrow, personaje de Piratas del Caribe.
Era clásica la frase: una caridad para el año viejo”, rememora. Cruz vivió la transición de los monigotes de aserrín y caretas de barro a los de armazón de madera con clavos, a través de su padre y su abuelo, quienes en 1962 ganaron el concurso de “años viejos” que organizó Diario El Universo. “Ellos hicieron un muñeco con la imagen de José María Velasco Ibarra, quien un año antes había sido presidente del Ecuador. Tenía capacidad de mover la mandíbula y simular que hablaba”, refiere el artesano, quien se inició en este oficio en 1963 cuando apenas tenía 6 años de edad.
Monigote ganador
Relata que dentro de la careta de Velasco Ibarra iba un palo que llegaba hasta la cintura y estaba sujetado con hilo para recrear el movimiento de la mandíbula. “Su esqueleto era de madera. Dos palos largos servían como base desde el hombro del muñeco hasta los talones. Encima de donde debían ir los hombros había un madero cruzado con clavos. El otro estaba situado por la cintura.
El resto de lo rellenaba con papel”, sostiene Cruz, quien vio cómo se hacían las caretas con barro y lodo, además de la pintura con barniz, goma de zapote, harina de trigo y almidón. Aunque aún extraña las costumbres de los antiguos “años viejos”, este artesano guayaquileño se adaptó al actual sistema de confección con moldes, a través de maniquíes, a los que se les añade papel mojado que se deja secar durante un día por las tardes. Así quedan listos los monigotes que Cruz venderá a quienes todavía conservan la tradición de quemarlos durante la medianoche para despedir el año y darle la bienvenida a los siguientes 12 meses.
La quema de Judas
Surgió en España durante el siglo XVIII como una celebración religiosa durante la Semana Santa. Consiste en confeccionar un monigote que representa a Judas Iscariote, el discípulo que traicionó a Jesús. El objetivo de los creyentes en esa época era apedrear e incinerar a este muñeco en plazas y otros sitios públicos como una especie represalia por la traición. Existen registros de que tambièn se haya originado como parte de ceremonias celtas.
No obstante, la versión de la cultura ibérica saltó al continente americano. Países como Uruguay realizan este ritual desde mediados de noviembre hasta Nochebuena. Cada país adoptó la costumbre y tiene sus propias caracterìsticas, ya sea para emular el simbólico castigo contra Judas o la despedida del año y advenimiento del siguiente. Se celebra en Ecuador, Colombia, Perú, Chile, Argentina, Panamá, México y otros países latinoamericanos.