A inicios del siglo XX existían salas que proyectaban filmes silentes y presentaban espectáculos en vivo. Los teatros de antaño se convirtieron en cines, que hoy se agrupan en centros comerciales.
A las siete de la noche del viernes reinan los afiches de la película ‘Creed II’ en Cinemark de City Mall. Algunos aspiran un tiquete por la secuela de Creed (2015), la película sobre el hijo de Apolo, el rival y amigo de Rocky Balboa, personaje que Sylvester Stallone encarna desde hace 43 años y que muchos seniors recuerdan. Otros aguardan por una entrada para otras películas como ‘Glass’, ‘Jefa por accidente’ y más. El precio de los boletos en esa cadena de cine varía, según el formato (2D, 3D, XD), la edad del cinéfilo y la promoción del día (martes loco, ladies night, clásicos).
Fluctúan desde los $2 hasta los $8. En Supercines, su competencia, una entrada puede costar $11. A todo eso le añaden los snacks, que en promedio significa un gasto de $9 por persona. El crítico de cine Jorge Suárez, a través de los dos tomos de su obra ‘Cine mudo, ciudad parlante’ (2015), relata el arribo de los primeros cines durante el siglo XX, antes llamados teatro porque también exhibían espectáculos en vivo. Afirma que “eran tiempos en los que el público asistía con sus mejores galas (camisas con pecheras y puños almidonados)”. Incluso antes del cine teatro habían carpas que se armaban en espacios baldíos y exhibían películas silentes y luego parlantes.
El italiano Carlo Valenti fue uno de los primeros gestores de los espectáculos itinerantes, según reseñan Violeta Loaiza y Emiliano Gil en su texto ‘Tras los pasos del cine en Ecuador: la producción nacional y políticas de apoyo’. “La carpa de cine Ecuador fue una de las primeras en la ciudad en 1925 quedaba en Rocafuerte entre Montalvo y Padre Aguirre (hoy zona rosa). Luego se convirtió en el cine Gloria. Eran tiempos en que los pianistas amenizaban las películas mudas. Variaban los tonos, según las escenas que veían”, según el historiador Hugo Delgado Cepeda, de 97 años. La obra de Suárez, quien asiste a las galas del premio Oscar desde hace medio siglo, narra que Guayaquil tenía 3 teatro cines en 1912: Edén, Olmedo e Ideal.
Seis años después se añadió el Colón, registra la edición del Diario El Telégrafo del 3 de enero de 1918. Incluso el Edén, que inauguró el empresario español Eduardo Rivas Ors y se situaba en lo que hoy es un local de la cadena de restaurantes Wendy, en edificio El Cóndor en la Av. Nueve de Octubre entre Chile y Baquerizo Moreno, se convirtió en la sala con mayor capacidad en 1931. El cine, que desapareció en 1947 y del que actualmente solo queda una placa de azulejos. En aquellos días el Ideal tenía 1.700 butacas; el Parisiana 1.600 y el Olmedo 1.700, según el libro ‘Cronología del cine ecuatoriano’.
Grandes celebridades
El teatro Olmedo para esos días gozaba de una inigualable reputación tras haber acogido a los actores John Barrymore (1929, según reseñaron los diario El Telégrafo y El Universo) y Clark Gable (1935, el mismo año en que ganó el Oscar a mejor actor por ‘It happened one night’). Surgieron otros sitios para ver películas. Algunos cambiaron de nombre y luego desaparecieron. Entre ellos constan: el Ponce (luego Metro y actualmente almacenes Pycca en la calle Boyacá) y Luque (después Bolívar y ahora estudio Alberto Borges del canal Ecuavisa).
Existían las salas del Quito (ahora Radio Morena), que exhibía filmes de acción y artes marciales; y Central (cerca el mercado del mismo nombre junto a la Av. 10 de Agosto). En el Parisiana (que después se llamó París) actuaban Ernesto Albán y el ventrílocuo Paco Miller. También estaban el Guayas, Encanto (Av. Nueve de Octubre y Esmeraldas, frente al edificio Finansur), Victoria (aledaño al parque del mismo nombre), Aladino, Guayaquil (ahora queda el Centro de Convenciones Libertador en el edificio Gran Pasaje) y otros. Hace medio siglo el cine Presidente se jactaba por ser el primero con aire acondicionado. Antes de eso las salas solo poseían ventiladores laterales en la platea baja, mientras que los de la alta debían quitarse la camisa cuando el calor era insoportable.
El Presidente, que hace 63 años recibió a María Félix y hoy es sede del Centro Evangelístico Asambleas de Dios (CEAD), sobresalía también por la cascada de su fachada. Con la creación de ciudadelas hace seis décadas, surgieron cines como Maya (inaugurado por Carlos Espinosa en 1974, en Urdesa y que actualmente es el gimnasio Gold Gym); Inca (barrio El Centenario), Lido (barrio del Seguro, también al sur de la ciudad) y otros. Melvin Hoyos, director de cultura y promoción cívica del Municipio de Guayaquil, recuerda la cadena Pelimex entre las décadas del 60 y 70. Sus cines asociados programaban películas mexicanas y en algunas ocasiones, argentinas. Entre ellos el Fénix, Azteca, Juan Pueblo, Variedades, Primero de Mayo, Olimpia (cercano a la piscina Olímpica y límite del barrio Garay), Odeón, Nueve de Octubre (actualmente sala de Supercines) y otros.
La llegada de los ‘malls’
El primer intento de insertar salas dentro de un centro comercial ocurrió a inicios de la década del 80 con los Policines 1 y 2 (en el Policentro, cuyos espacios se convirtieron en otra sucursal de Pycca); luego los Garzocines 1 y 2 (inaugurado en 1988 en el Garzocentro y que quebraron en 1996 por mala administración. Se convirtieron en discotecas y otros locales) y los 3 Albocines (desde 1990 en Plaza Mayor, de la Alborada. Hoy son los almacenes Estuardo Sánchez. Cinemark y Supercines llegaron dos décadas. Exhibidoras como Cinemark o Supercines ofrecen filmes de varios géneros en un mismo recinto, algo que no ocurría con los cines de barrio.
La calidad es mejor por tecnologías como la tercera dimensión (3D) y los proyectores digitales. Genera promociones en determinados días, que incluye el uso de tarjetas. Desde octubre de 2011, Cinemark de CityMall, innovó con el sistema touch screen (una pantalla táctil en la que el cliente elige la butaca e incluso imprime boleto)y en algunas ocasiones, argentinas. Entre ellos el Fénix, Azteca, Juan Pueblo, Variedades, Primero de Mayo, Olimpia (cercano a la piscina Olímpica y límite del barrio Garay), Odeón, Nueve de Octubre (actualmente sala de Supercines) y otros. No obstante, el espectador tiene la última palabra. Los de la nueva generación compra entradas para ver ‘Creed’ o ‘Glass’’, mientras que los seniors prefieren lo clásico.
Con saco y corbata
A sus 85 años, Gerard Raad acude al cine todas las semanas desde hace más de seis décadas. No obstante tiene muchos recuerdos de las salas de su infancia. “La primera vez que fui al cine tenía 6 años (1940) en mi barrio de la Av. Olmedo. Era una experiencia muy diferente a la que se vive ahora. Guayaquil era una ciudad más pequeña y todo quedaba cerca. Yo iba caminando al cine Ponce. La ciudad era más segura, no había tanta delincuencia como ahora”, recuerda Raad.
Según el cinéfilo las pantallas eran más pequeñas y los rollos venían por partes. Cuenta que cuando se acababan se notaba al empatar un rollo con otro. Incluso hubo una época en que los subtítulos iban en unas cajitas negras porque muchas veces las letras blancas estaban encima de fondos blancos. En los cines de mayor categoría, pasaban las películas de Hollywood y también europeas. “Cuando pasaban ese tipo de películas, las familias se vestían con saco y corbata”, rememora Raad, quien fue director de la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas, y que recuerda haber visto en los intermedio del cine Central a Pedro Infante. Hoyos, a quien le atraían los filmes de género épico, recuerda que durante su juventud ir al cine era “un evento social”. “Los cines de barrio tenían luneta y galería. Los de esta última localidad solían causar problemas y por eso las cerraron, entre ellas las del Encanto (barrio Orellana).
Cuando se quemaban los rollos en plena proyección se amarban unos escándalos durante la interrupción. Algunos lanzaban fundas con orine o escupitajos”, refiere. Según el promotor cívico, no faltaban quienes coimaban a los guardias con un sucre para llevar a sus enamoradas a la galería y tener sexo con ellas, aprovechando que supuestamente esa localidad estaba cerrada. Durante la década del 80 la novedad fue el cine 3D para ver películas de ciencia ficción y efectos especiales. Las gafas tridimensionales tenían marcos de cartón y las proyecciones eran contínuas.
Con un solo boleto para un filme de dos horas, el usuario podía quedarse en el cine hasta seis horas sin que nadie lo sacara de la sala. El crecimiento de las cadenas de cine representa cientos de plazas de trabajos nuevos, entre acomodadores, cajeros, despachadores, equipo de limpieza y más. No obstante, el espectador tiene la última palabra. Los de la nueva generación compra entradas para ver ‘El regreso de Mary Poppins’ o ‘Aquaman’, mientras que los seniors prefiere lo clásico.