Navidad es una celebración que representa unidad, pero no siempre todos los miembros de una familia están juntos durante estas fechas. Muchos padres se comunican con sus hijos que viven en el extranjero, a través de la tecnología.
Era casi la medianoche en Guayaquil durante la Noche Buena de 2017. A esa hora Roberto Gómez y Mariana Paredes estaban listos para conectarse desde el whatsapp de su celular con Alexandra, su hija mayor, quien reside en Lake Moses, una localidad del estado de Washington en Estados Unidos. Allí el reloj marcaba cerca de las nueve. En casa de los Gómez Paredes siempre fue una tradición la cena familiar navideña, al menos mientras Alexandra, Vanessa y Dayana vivían con sus padres. Por eso, Roberto (66 años) y Mariana (65) no perdieron la oportunidad de mostrarle qué iban a comer a su hija Alexis, como la llaman de cariño, a través de la pequeña pantalla. Y no era lo único que estos entusiastas padres querían enseñarle. Ellos dirigieron su Smartphone hacia a ventana desde donde se apreciaba a los niños vecinos que jugaban con chispeadores. La situación de Alexis en Norte América es muy distinta.
El uso de conferencias por video en el celular es un recurso para unir a padres e hijos que viven lejos en las fiestas.
Allá no cenan el 24 de diciembre, sino que almuerzan al día siguiente. Afuera de su enblanquecida casa por la nieve no había nadie debido al gélido clima invernal. Ni Alexis, ni sus padres se hacen problema con las distancias durante estas festividades. Saben que la realidad virtual no puede reemplazar completamente a la experiencia táctil que genera el intercambio de abrazos. No obstante, para ellos la tecnología es un recurso muy útil para estas circunstancias. De hecho, este año será la tercera ocasión en que padres e hija pasen la Navidad, separados a miles de kilómetros de distancia. Alexis, quien ahora se apellida Murray por su esposo Eric de quien espera a su primer vástago, reconoce que al inicio la separación afectó mucho a las dos partes del clan Gómez Paredes.
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“Sabía que sería duro estar alejados, especialmente en estas fechas. Por eso antes de irme les enseñé cómo usar el whatsapp en su celular y el skype en la computadora. Desde entonces nos mantenemos en contacto permanente. De hecho, el año pasado mi mamá me ayudó en la decoración navideña, a punta de videoconferencias”, sostiene Alexis, de 43 años. Algo semejante ocurre con Olinda Silvera, de 57 años. Desde hace más de un lustro ella recurre a la tecnología para comunicarse con su hija mayor, Michelle Cevallos, una doctora que reside en Burgos, España, con su esposo Camilo López. En su caso, la diferencia entre ambos países es de 7 horas. Desde hace pocos meses, Olivia, la penúltima de las cuatro hijas de Olinda, vive en Nueva Jersey con su cónyuge Mario Valenzuela. Las otras son Lisa y Natalia con quienes celebrarán las festividades en Guayaquil.
Los patrones de conducta Para el psicólogo Paúl Ycaza, “la separación de padres e hijos representa una carga emocional fuerte e inevitable, que a la vez es superable”. Añade que el patrón de comportamiento de los padres es variable, según la edad. “El grupo de progenitores que tiene en la década de los 50 años acepta con más facilidad la ausencia de los hijos porque aún tienen un estilo de vida más ocupado, sostienen una agenda social más frecuente y son más llevaderos con la tecnología”, refiere el profesional. Según Ycaza, los de 60 tienen un poco más arraigado el concepto de vivir en unión familiar, mientras que los 70 tienen que lidiar la ausencia con los problemas fisiológicos propios de la edad, aunque la tendencia a involucrarse con la tecnología es más frecuente.
Los de 80 pueden clasificarse en dos grupos: los más suceptibles y los que responden a los hábitos que les permiten adaptarse a las circunstancias. El primer paso es reconocer la realidad evolutiva que representa la separación de los padres e hijos. Eso abre el camino para recurrir a tips como las actividades físicas, el cambio frecuente de rutinas, la asociación con otras personas de su misma edad y el vínculo más íntimo con el mundo cibernético, a través de las redes sociales y más.
El síndrome del nido vacío
El psicólogo Jonathan Suárez sugiere que “primero se debe analizar el vínculo emocional entre padres e hijos porque cada situación es diferente”. Según el profesional, es común el llamado “síndrome del nido vacío” y que “no necesariamente debe afectar en Navidad ni tenga que ver con que los hijos hayan formado su familia, sino que se independizaron y se mantienen solteros, aunque alejados de los progenitores”. Agrega que el hecho de que la separación de padres e hijos con largas distancias no es exclusividad de la época navideña, sino que que puede presentarse como depresión, que es un trastorno con su propia sintomatología.
La visita de vecinos y otros familiares durante las fiestas de Navidad y Año Nuevo suplen la ausencia de los hijos.
“Hay padres que aceptan la separación y llevan una rutina cotidiana normal, pero es fugaz su estado de nostalgia en celebraciones como Navidad, Fin de Año o los onomásticos. En la actualidad, el mayor temor de los padres que tienen de sus vástagos en el extranjero, es que ellos se sumerjan tanto en los cada vez más deslumbrantes sistemas consumistas y post modernistas de otros países, al punto de olvidarse de la familia que dejan”, refiere Suárez. Ycaza y Suárez coinciden en que la depresión por el “síndrome del nido vacío” es una realidad evolutiva de los seniors y que llega tarde o temprano.
Qué hacer
Ambos recomiendan que los adultos mayores deben acudir al profesional para obtener un diagnóstico que les permita coordinar una serie de sesiones y terapias. Aconsejan que en estos casos el paciente debe estar acompañado de parientes u allegados como respaldo durante el proceso. También concuerdan que es clave que los padres con hijos en el extranjero busquen actividades que los mantegan ocupados.
Entre ellos consta la práctica de deportes y rutinas físicas de baja intensidad; involucrarse en clubes de lectura, aeromodelismo y otros, según sus afinidades. El sostener una vida social activa es importante, pero lo es más la ayuda social porque les permite también sentirse útiles e involucrarse con nuevas amistades que tengan objetivos en común. Según Ycaza y Suárez, este tipo de actividades ayudan a lidiar la ausencia de los hijos. Además permiten que las festividades sin ellos sean más llevaderas y genuinas, más allá de los recursos tecnológicos como las videoconferencias por whatsapp o la computadora. La actitud es clave y con aquello resuelto: la distancia es lo de menos.